3.10.2012

Gente inoportuna


Conocí a un tío en una discoteca. Mi amiga se había ido con su amigo a su casa y él y yo decidimos salir fuera y sentarnos en un banco. No me importaría decirte su nombre, pero realmente, no lo recuerdo. Empezó a contarme historias de su ex, de por qué lo había dejado, de lo felices que eran juntos así que tuve que callarle la boca, ¿qué cómo lo hice? Comiéndosela. Me senté encima de él, me desabroché el short y empecé a morrearle mientras acariciaba su pelo a lo loco. Él metió su mano por mi short y descubrió que no llevaba ropa interior. Le gustó. Empezó a meterme los dedos al ritmo que yo cabalgaba en sus piernas. En ese momento pasaron un par de amigos suyos por la acera de enfrente y gritaban que estábamos dando el espectáculo. ¿Y qué? Creo que les gustó el espectáculo porque no se movieron. Decidimos movernos de allí a ver dónde podíamos ir cuando de repente, sin comerlo ni beberlo, encontramos la puerta de un portal abierta. Nos metimos. Empezamos a desnudarnos en el ascensor, me masturbó y me corrí en un tiempo récord. Subimos al último piso. Allí subimos al trastero pero como no teníamos llave nos quedamos en las escaleras. Me sentó en un escalón. Yo sólo llevaba puestas unas plataformas altísimas y él sus vaqueros. Me besó y empezó a bajar.  Comenzó a besarme los labios del coño, a besarme el clítoris. Introducía sus dedos mientras me lo lamía. No podía parar de gemir. Cuando llegué al orgasmo él se arrodilló y se sacó la poya en mi cara. Me la metí entera y empecé a subir y a bajar intercalando lametazos en su poyón. Era definitivamente una poya grande. Él marcaba el ritmo empujando mi cabeza, quería que me la metiera entera y yo respiraba con fuerza por la nariz para no atragantarme. Levanté la mirada y lo vi disfrutar, le estaba gustando y eso me puso cachonda así que empecé con la otra mano a meterme un dedo. Cogí ritmo con la cabeza y la mano hasta que se corrió. Yo no podía estar más cachonda. En ese momento oigo una niña que llama a su madre. Me asomo por la escalera y era una madre con sus dos hijas a 5 escalones de donde estábamos. Empezó a gritar la mujer, que de dónde éramos, qué hacíamos ahí, a la par que sus hijas preguntaban qué hacíamos desnudos. Me puse su camiseta corriendo el cogió mi ropa, me puse los shorts y bajamos corriendo por las escaleras sin poder parar de reír. Así pues, el alcohol no siempre es bueno, pero sin pasarse ayuda a conseguir noches de placer y orgasmos.

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