3.06.2012

Ver a otras mujeres desnudas hizo que me masturbara en la ducha


Siempre fui muy tímida a la hora de mostrar mi cuerpo ( tengo los pechos bastante grandes y me sentía incómoda), tanto entre amigas como en las relaciones sexuales, y lo mismo ocurrió la primera vez que fui a un gimnasio al que me apunté hace un par de veranos. Era mucho más grande que el que estaba acostumbrada a ir y estaba un poco más lejos de mi casa por lo que tenía que ducharme allí. Me sorprendió la irrelevancia que tenía para aquellas tías el andar desnudas de un lado a otro por el vestuario con tan sólo, algunas, una toalla en la cabeza. Las primeras veces me sentí intimidada y yo me tapaba con la toalla para ir de las taquillas a la ducha y de la ducha a un vestidor. Día a día empecé a sentirme atraída por algunas mujeres, había cuerpos tremendos, las mayas ajustadas, pechos perfectos. Sentadas echándose crema. Lo cierto es que me ponían muy cachonda. Un día decidí armarme de valor y me desvestí donde las taquillas, me fui a la ducha y en vez de dejar la toalla en la puerta la dejé en un colgador de la entrada para tener que pasearme desnuda al menos, un tramo más. Me sentí observada y eso me ponía aún más cachonda. Me metí en la ducha y empecé a frotarme los pezones para endurecerlos, me apreté las tetas como si otra mujer me estuviera tocando y bajé lentamente una mano hacia mi coño hasta meterme un par de dedos. Cogí la alcachofa y me la acerqué a él poniendo el agua a máxima fuerza mientras me frotaba el clítoris. Cogí el cepillo de pelo con el otro lado y me lo introduje sin parar de frotarme. Se escuchaban ruidos, pasos, imaginaba que me miraban por el hueco de la mampara. Estaba excitadísima. Me corrí. No es lo mismo que en seco, pero la sensación fue impresionante. Aun así tenía curiosidad por probar una cosa. Levanté la pierna derecha y la apoyé en la esquina, la otra pierna la abrí lo más posible y tiré mi cuerpo hacia delante mientras me metí el mango del cepillo por el culo. Seguía lubricada, pero igual me costó. Simplemente quería probar la sensación y no me llamó la atención así que paré. Terminé de ducharme y salí desnuda a por la toalla, la cogí con la mano y me fui a las taquillas. Seguía desnuda. Me eché crema por el cuerpo y ya por fin empecé a vestirme sin la necesidad de irme al vestidor. Me masturbé en esas duchas casi todos los días que fui a ese gimnasio y desde esa experiencia a veces me siento muy atraída por algunas mujeres.

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