8.09.2014

En verano, si es con agua, mejor…



Era verano, fiestas de pueblo, alcohol en cantidades industriales y la bilirrubina en órbitas de otro planeta. Ya eran altas horas de la noche o madrugada, depende de cómo lo quieras ver. Estoy sentada con un grupo de amigos cuando aparece él. Nunca me había llamado la atención, de hecho es del grupo de amigos de mi vecino, con el cuál sueño hace muchos años. Él me había estado buscando por redes sociales años atrás. Me buscaba, me miraba, se ponía nervioso si lo miraba. Se ponía cachondo. Me había invitado a ver películas a su casa estando solo, pero ya sabemos cómo funcionan las cosas en los pueblos, así que nunca había aceptado. Esa noche, esa madrugada, yo estaba fuera de mí. Se sentó a mi lado y empezamos a hablar de temas bizarros, los cuáles sería incapaz de enumerar ahora mismo. De un momento a otro estaba caminando hacia su casa de su mano. Nos parábamos en el camino a besarnos, a calentarnos, a mojarnos. Por fin llegamos, pasamos al salón y me enseña a través de una puerta de cristal una piscina enorme en su jardín. “¿Nos metemos?”, “¡claro!”. Nos desnudamos en el salón y salimos fuera. Una vez allí se sentó en una hamaca y me tiró hacia regazo sujetándome con una mano por la nuca y con la otra cubriendo mi cintura. Me miró a los ojos y me comió la boca. Estábamos borrachos, fumados, drogados. Estábamos en un estado de placer único. Nos pusimos de pie y saltamos a la piscina, me empujó contra el bordillo y empezó a follarme. Nos besábamos, no parábamos de follar. Su polla en mí dentro del agua. Sinceramente prefiero follar en seco pero la piscina da mucho juego. Es divertido. Mordía mis labios, yo los suyos. Me comía las tetas mientras yo apretaba su culo contra mí. Salimos y me abrazó para no tener frío mientras subíamos a su habitación. Antes de llegar a ella veo el baño. En un abrir y cerrar de ojos estábamos los dos bajo la ducha follando. El chorro de agua caía sobre mi cara a la par que mis gemidos se dejaban oír en todo el vecindario. Me a compaña con los brazos a tumbarme en la bañera, me abre de piernas y empieza a comerme el coño. Me mete los dedos en el coño mientras pone la alcachofa a máxima potencia en mi clítoris. Mete el dedo gordo. Lo mete en mi boca. Me besa. La alcachofa sigue en mi coño, la acerca, empieza a acariciarme el clítoris con ella, me la mete entera. Era cuadrada, no era de esas nuevas redondas inmensas. Seguía encendida y la presión la hacía vibrar. No podía parar de gemir, de comerme las tetas. Estaba siendo una noche inolvidable. Me corrí infinidad de veces. Cogí su cuello, lo abracé y empecé a besarle la oreja, a bajar. Le pedí que se pusiera de pie mientras yo, arrodillada en la ducha empecé a comérsela. Bajé la presión de la ducha para que el agua acariciara su culo, sus huevos. Se corrió en mi boca y dejé caer un hilito para recogerlo con mi dedo y chuparlo mientras lo miraba a los ojos desde abajo. Dormimos juntos. Me desperté con su brazo encima de mí sin saber dónde estaba. Me levanté y vino a mi mente toda la noche. No lo podía creer cómo da de sí una noche de verano…

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