Él tiene un nombre
precioso y una profesión que le permite moverse de aquí para allá en horario de
trabajo. Trabajaba y supongo que aún seguirá reparando electrodomésticos en la
Comunidad de Madrid. Nos conocimos por internet hace unos años y manteníamos el
contacto poniéndonos calientes no solo por teléfono sino por skype. Cuando
pensaba en mí se excitaba y me llamaba porque necesitaba oír mi voz. Aunque
estuviera en el trabajo yo sabía que se tocaba mientras hablábamos. Tiene una
voz grave y varonil. Sus ojos marrones oscuros penetrantes y su barba me ponían
a mil. Tenía que conocerle en persona. Un día volvía de la universidad y estaba
sola en casa. Él sabía dónde vivía. Le llamaron para hacer una reparación cerca
de mi casa y no dudó en llamarme. “¿Dónde estás?”, me preguntó. Necesitaba
verme y yo quería verle. “En casa”, “voy para allá”. No sabía qué hacer, pero
era el momento, teníamos que encontrarnos. Me volvió a llamar, quedamos en una
rotonda cerca de mi casa y me dijo el color y marca de su furgoneta. Me monté y
nos dimos dos tímidos besos. “¿A dónde vamos?”, preguntó. Estaba claro que no
quería tomar una cerveza, así que lo llevé a un descampado cerca de casa donde
podíamos conocernos un poco más. Aparcó la furgoneta, me pidió que me quitara
las gafas y empezó a besarme, tocarme, acariciarme el coño. Metió sus dedos en
él mientras me recogía el pelo con la
otra mano. “Vamos a atrás”, propuso. Nos bajamos y le vi con el mono azul del
curro arremangado y me volvió loca. Abrimos la parte de atrás de la furgo,
donde tenía todo el material de trabajo y unas mantas cubriendo el suelo.
Cerramos las puertas, me arrodillé en frente de él, le bajé el mono y le abracé
su polla con mi boca. Le miré a los ojos sin soltarla, “recógeme el pelo, y si
te gusta tira de él; cuanto más fuerte tires más sabré que te gusta”. Volví a
meterla en mi boca y me ayudaba con la mano derecha mientras acariciaba sus
huevos con la izquierda. Me quité la camiseta, el sujetador y la puse entre mis
tetas jugando con ellas también. Solo paraba para escupir el prepucio y seguir
jugando. Que me tirara del pelo me excitaba más porque entonces sabía que él
estaba disfrutando. Cogió mi cabeza y empezó a follarme la boca hasta que no
pudo más. “¿Dónde quieres que me corra?”, “en las tetas respondí”. Lo hizo, su
semen se deslizaba por mis pezones a la par que lo lamía con mi lengua. De
repente llaman al walki. Su jefa. Tenía que atravesar Madrid en 20 min sino
quería perder su trabajo. Me dejó en casa con tal calentón que me estuve
masturbando por horas con su corrida en mis tetas y su olor en mi cuerpo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario