8.09.2014

Sigo en garantía



Él tiene un  nombre precioso y una profesión que le permite moverse de aquí para allá en horario de trabajo. Trabajaba y supongo que aún seguirá reparando electrodomésticos en la Comunidad de Madrid. Nos conocimos por internet hace unos años y manteníamos el contacto poniéndonos calientes no solo por teléfono sino por skype. Cuando pensaba en mí se excitaba y me llamaba porque necesitaba oír mi voz. Aunque estuviera en el trabajo yo sabía que se tocaba mientras hablábamos. Tiene una voz grave y varonil. Sus ojos marrones oscuros penetrantes y su barba me ponían a mil. Tenía que conocerle en persona. Un día volvía de la universidad y estaba sola en casa. Él sabía dónde vivía. Le llamaron para hacer una reparación cerca de mi casa y no dudó en llamarme. “¿Dónde estás?”, me preguntó. Necesitaba verme y yo quería verle. “En casa”, “voy para allá”. No sabía qué hacer, pero era el momento, teníamos que encontrarnos. Me volvió a llamar, quedamos en una rotonda cerca de mi casa y me dijo el color y marca de su furgoneta. Me monté y nos dimos dos tímidos besos. “¿A dónde vamos?”, preguntó. Estaba claro que no quería tomar una cerveza, así que lo llevé a un descampado cerca de casa donde podíamos conocernos un poco más. Aparcó la furgoneta, me pidió que me quitara las gafas y empezó a besarme, tocarme, acariciarme el coño. Metió sus dedos en él mientras  me recogía el pelo con la otra mano. “Vamos a atrás”, propuso. Nos bajamos y le vi con el mono azul del curro arremangado y me volvió loca. Abrimos la parte de atrás de la furgo, donde tenía todo el material de trabajo y unas mantas cubriendo el suelo. Cerramos las puertas, me arrodillé en frente de él, le bajé el mono y le abracé su polla con mi boca. Le miré a los ojos sin soltarla, “recógeme el pelo, y si te gusta tira de él; cuanto más fuerte tires más sabré que te gusta”. Volví a meterla en mi boca y me ayudaba con la mano derecha mientras acariciaba sus huevos con la izquierda. Me quité la camiseta, el sujetador y la puse entre mis tetas jugando con ellas también. Solo paraba para escupir el prepucio y seguir jugando. Que me tirara del pelo me excitaba más porque entonces sabía que él estaba disfrutando. Cogió mi cabeza y empezó a follarme la boca hasta que no pudo más. “¿Dónde quieres que me corra?”, “en las tetas respondí”. Lo hizo, su semen se deslizaba por mis pezones a la par que lo lamía con mi lengua. De repente llaman al walki. Su jefa. Tenía que atravesar Madrid en 20 min sino quería perder su trabajo. Me dejó en casa con tal calentón que me estuve masturbando por horas con su corrida en mis tetas y su olor en mi cuerpo.

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